J.G.: Has disputado encuentros tanto en Primera División como en Segunda, Segunda B y Tercera, como recordabas. Además del nivel de exigencia, ¿qué diferencias hay en cuánto a la competitividad y el estilo de juego?
J.A.L.: Bastante diferencia. Donde más partidos he jugado ha sido en Segunda B y al dar el salto a Segunda hay una diferencia tremenda, tanto en calidad de jugadores como de clubes y en la capacidad de atraer gente a los estadios, muy importante en la motivación del jugador. Y es lo mismo al subir a Primera. La competición te exige cada vez más, te exige que estés concentrado las veinticuatro horas del día en tu trabajo.
J.G.: Luque se caracterizaba por ser un guardameta muy seguro y serio bajo los palos, una cualidad más apreciada por técnicos que por aficionados y medios de comunicación. ¿Quizás para contrarrestar esta tendencia, los porteros pecan cada vez más de adornar sus paradas lo máximo posible?
J.A.L.: Ahora mismo el fútbol está tan mecanizado al mundo de la tele que hay porteros que quieren ser protagonistas y el protagonismo te lo tiene que dar el partido en sí. Lo que no puedo hacer es que en un balón que venga para blocar fácilmente me eche un poco al lado y haga una estirada espectacular. Pienso que no es mi estilo. Yo siempre decía "ojalá hoy no tenga ni que tocar el balón, si no toco balón es que mi equipo ha ganado". Hay porteros que se sienten a gusto con que les tiren y les lleguen, y eso es perjudicial para el equipo, porque mientras más le tiren a un portero es señal de que el equipo tiene más opciones de perder. Mientras estés más al margen del partido, mejor. Alguna vez tenía que ser protagonista porque el partido así te lo daba y para eso tiene que estar el portero. Un ejemplo muy claro es Víctor Valdés, que es protagonista porque el partido se lo exige, prueba de que es un portero serio y sobrio.
J.G.: Por cierto, ¿recuerdas alguna parada en especial en tu carrera?
J.A.L.:Tengo muchas paradas especiales. Tengo una en el Bernabéu a Raúl, ganando 1-2 con el Recreativo de Huelva, que la eché a córner y tuve esa sensación de decir "aquí no perdemos". Pues en el córner me metió un compañero gol en propia puerta. Pero fue una auténtica parada de reflejos, que no te explicas cómo la has parado, no te lo crees.
J.G.: Durante tu etapa en Primera y Segunda División, siempre tuviste una dura competencia al partir desde el inicio como segundo o tercer portero, peleando el puesto con hombres como César Quesada, Almunia, Toño, López Vallejo, Sorrentino o Barbosa. Sin embargo, siempre acababas jugando media temporada. ¿Cómo se enfrenta un futbolista a tal situación y además consigue jugar tantos minutos?
J.A.L.: A base de trabajo, sacrificio y esfuerzo. Yo tenía mi lema de que cuando estaba en un entrenamiento trabajaba para mi familia. Ellos para mí son lo máximo, el punto de sujeción de mi vida y sabía que si luchaba no les faltaría de nada. Es lo que me ha llevado a seguir peleando, nunca venirme abajo, no tener ningún mal gesto con mi entrenador o mis compañeros. Sabía que la oportunidad tenía que llegar tarde o temprano y así fue. Hay hoy en día futbolistas que no tienen paciencia, y en el fútbol eso es muy necesario. Si hablamos, por ejemplo, de Keylor Navas, el primer año en Levante no jugó prácticamente nada porque tenía a Munúa por delante, y para mí Keylor Navas es mejor portero que Munúa. Le dieron la opción y lo demostró. Si hubiese sido otro portero, se hubiese ido por ahí. Eso me pasaba más o menos a mí. Siempre he sido sincero con mis compañeros en el sentido de trabajo, sabían que Luque era así y que no iba a cambiar nunca, y a partir de ahí le das esa confianza al entrenador para que siempre tengas tus minutos y tus partidos.